La criptografía tiene un problema estructural que nadie ha resuelto realmente todavía—al menos no de una forma que haya perdurado.

Fragmentación.

Claro, hace años no era gran cosa. Pero cuando empezaron a surgir múltiples cadenas L1 por todas partes, la historia cambió. Ahora vivimos en un multiverso fragmentado donde la liquidez, los usuarios y los protocolos están repartidos entre redes incompatibles.

Y aquí viene lo peor: las stablecoins están a punto de empeorar aún más este lío. Piénsalo. Distintas cadenas, distintos puentes, distintas versiones de la misma stablecoin. USDT en Ethereum no es lo mismo que USDT en Tron o Solana. La liquidez se queda atrapada. Las transacciones se vuelven torpes. Los usuarios se frustran.

Hemos visto intentos—puentes entre cadenas, tokens envueltos, protocolos de interoperabilidad. Pero ¿adopción? Sigue siendo dolorosamente lenta. La tecnología existe, pero el ecosistema aún no se ha unido en torno a una solución estándar.

Así que sí, la fragmentación no va a desaparecer pronto. De hecho, está a punto de alcanzar un nuevo nivel, con las stablecoins liderando la carga hacia un territorio aún más aislado.