¿Alguna vez te has preguntado por qué tus chats cifrados aún no son realmente privados? Aquí está el truco: las plataformas centralizadas pueden proteger tus mensajes, pero tus metadatos—con quién hablas, cuándo, con qué frecuencia—siguen estando completamente expuestos.

La mensajería descentralizada cambia las reglas del juego. No requiere número de teléfono. No hay servidores centrales acaparando tus datos. No existe un único punto vulnerable esperando a ser explotado.

Este cambio no es solo técnico—se trata de recuperar el control. Cuando la propia infraestructura se distribuye, la vigilancia se vuelve exponencialmente más difícil. Esa es la promesa de Web3: privacidad por arquitectura, no por política.