En este sector, la reputación no se construye de la noche a la mañana: se gana a base de decisiones que te cuestan.

He visto millones pasar por mis cuentas mientras construía lo que tengo hoy. No porque sea imprudente, sino porque me negué a jugar al juego que todos esperan que jueguen los influencers. Nada de esquemas pump-and-dump. Nada de usar a mis seguidores como liquidez de salida. Tolerancia cero con ese manual.

Los mensajes directos no paran de llegar: honorarios mensuales que podrían cambiarme la vida. Cinco cifras. A veces seis. Proyectos que quieren que promocione sus tokens a mi audiencia. He rechazado más dinero del que la mayoría ve en años, y lo volvería a hacer sin dudarlo.

¿Por qué? Porque una vez que cruzas esa línea, no hay vuelta atrás. Tu palabra ya no vale nada. Tus seguidores se convierten en liquidez de salida. Y la credibilidad que has tardado años en construir se evapora en un solo hilo.

Algunos lo llaman dejar dinero sobre la mesa. Yo lo llamo dormir tranquilo por la noche. En un sector lleno de estafadores y mercenarios, mantenerse limpio es la verdadera demostración de fuerza.