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Los días de las stablecoins no están siendo nada fáciles.

En el continente, directamente han elevado el negocio de las stablecoins a la categoría de delito penal: 13 departamentos han emitido conjuntamente un comunicado para combatir toda la cadena de emisión, negociación y pago; incluso las plataformas extranjeras que captan clientes en el país serán limpiadas. Los datos lo confirman: solo en los primeros 10 meses de 2025, se han interceptado 4.600 millones de yuanes relacionados con casos. ¿Espacio gris? Básicamente, ya no queda.

En Hong Kong la cosa es aún más dura. ¿Los minoristas quieren tocar USDT? Ni pensarlo, solo los inversores profesionales pueden operar con él. El umbral para solicitar licencia es altísimo: parte de 25 millones de dólares hongkoneses y, además, hay que mantener una reserva de liquidez del 100%. ¿El resultado? Hasta ahora no se ha aprobado ninguna solicitud. Ni siquiera Tether ha superado el filtro y ha sido expulsada directamente.

Pero la historia no acaba aquí.

El endurecimiento regulatorio tiene otra cara: el sector de la legalidad está avanzando a toda velocidad. Hong Kong está integrando las stablecoins en el comercio transfronterizo y en las finanzas de la cadena de suministro: Caesar Travel ya permite a turistas extranjeros cambiar stablecoins por renminbi en tiempo real, aumentando la velocidad de liquidación en un 90%. Instituciones de primer nivel como Sequoia llevan tiempo posicionándose.

El monopolio de USDT también empieza a resquebrajarse. S&P ha rebajado su calificación de estabilidad a “débil” y la cuota que antes suponía el 90% del mercado OTC nacional está menguando. Al mismo tiempo, el volumen de pagos transfronterizos con yuan digital ya ha superado los 10 billones de yuanes; la vía legal ya está allanada.

Esta ronda de limpieza elimina a los jugadores informales y deja a los que realmente están vinculados a la economía real. El dinero no desaparece, solo está eligiendo nuevos canales. ¿Quién podrá aprovechar esta ola de beneficios? Dependerá de quién corra más y, sobre todo, de quién sea más legal.